miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Por qué le gustaba tanto ir al cine los lunes por la tarde?

¿Por qué le gustaba tanto ir al cine los lunes por la tarde?, aún no acabo de entenderlo, después de tantos años sin verla es algo que me sigue rondando en la cabeza. Nunca me dio una explicación sobre ello, al menos una explicación convincente y sincera. Para todo era una mujer imprevisible, lo único seguro es que si quería encontrarla un lunes por la tarde tendría que buscarla en la oscuridad de las salas, con la dificultad que eso entraña, más ahora que la figura del acomodador hace años que forma parte de la historia, de la historia del cine en éste caso.
Afortunadamente ya no quedaban demasiados cines en la ciudad, exactamente sólo dos, eso sí, cada uno tenía 25 salas, lo que completaban 50 en total. La dificultad estaba en averiguar en cuál de los dos cines se encontraba, cara o cruz, moneda al aire, y a buscarla. A mi favor jugaba el hecho de que no es mucha la gente que tiene por costumbre ir al cine los lunes por la tarde, - no entiendo a la gente -, recuerdo que decía ella, total que yo me compraba una entrada e iba echando un vistazo así por encima, por todas las salas, a veces la encontraba y a veces no, según mi suerte monetaria, que nunca ha sido muy buena por otra parte. Como digo unas veces la encontraba y otras no, pero en cualquier caso no recuerdo haber visto ninguna película entera. Además ella nunca me las contaba - las películas hay que verlas - decía, mientras salíamos bien agarraditos, diciéndole adiós al de la entrada, que ya me conocía de verme andar correteando de sala en sala y se sonreía al verme el muy cabrón.
Entiendo que esa incesante y vertiginosa búsqueda cinematográfica de todos los lunes, no sea comprendida por muchos. ¿Acaso no es más fácil simplemente que fuéramos juntos, después de haber elegido la película entre los dos, como mandan los cánones de las parejas cinéfilas?, pues no.
La razón era simplemente, que a mí los lunes no me gustaba ir al cine, ¿que pasa?, ¿para que está el día del espectador? Así que los domingos me despedía de ella, diciéndole – adiós mi vida -, y ella se perdía por la Gran vía como la bala de la canción.
Entonces empezaba una lucha conmigo mismo, entre mis pocas ganas de cine y mis deseos de estar con ella, una lucha que duraba hasta pasada la sobremesa del lunes, y que siempre acababa con una moneda lanzada al aire, cruz, una carrera hacia el cine, un andar de sala en sala, vaya, aquella tarde no la encontré, me senté sólo en una sala solitaria, cuando salí el de la entrada me dijo adiós, no sonreía.
Cosas de la vida, la ventana de mi oficina da justo a las puertas de un cine, todos los lunes mi jefe entra y me descubre completamente vuelto hacia ella, - ¿Pero que mira usted tanto ahí? -, me dice.

3 comentarios:

  1. Pues por qué va a ser... para verla salir. Me gusta la parte en que su lucha dura hasta la sobremesa del lunes.., me recuerda cuantas veces no queremos hacer algo y al final, hacemos justamente eso. Mu chulo!

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  2. Gracias Relatadamente, hay fuerzas mucho más potentes que nosotros. Saludos

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  3. El amor es poseedor de fuerzas que nos hacen sacrificar nuestros gustos.
    Ojalá y ella me pidiése llevarla al cine, la mía me pide acompañarla a tiendas, un tiempo llegué a odiar los centros comerciales, hoy día a veces hasta paseo en algunos comercios por mi propia cuenta, sobre todo en supermercados que me hacen el efecto de un supertranquilizante o en las librerías donde bien pudiera quedarme ahí a vivir.
    Me llegó al corazón el tema del cine, cuando yo era pequeño mi madre me llevaba diario al cine desapareciendo así en mi el concepto de la realidad para siempre.

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